martes, 9 de octubre de 2007

Otra gota en una bañadera

Me suele suceder, en estos días de lluvia, que caminando sin paraguas a la intemperie, me da la sensación de que las gotas me evaden.

Ayer en especial, volviendo del centro a la madrugada, venía pensando por qué... se me ocurrieron básicamente dos teorías igual de ridículas.

1) Tan horrible les parece el destino de colisionar con mi cuero cabelludo, que prefieren el frío adoquín antes de mi pelo (sucio, limpio, da igual). O tal vez la dureza de la calle pedregosa les produce un placer especial que mi cabeza no sabe reproducir. Tal vez nuestros cráneos no son tan cómodos como creemos. Tal vez tener cabeza de adoquín sea una mejor opción, a veces.


2) Las gotas, en una demostración de infinita bondad y generosidad inanimada, deciden no hacerme daño y evitar impactar con mi persona. Tal vez sienten un amor irracional (como solo puede serlo el de una gota de agua) hacia mi. Prefieren no ofender mis sentidos, y se resignan a caer olvidadas sobre el agua misma, residuo de sus hermanas que las precedieron. Tal vez es el anhelo de no dejar marca, de pasar desapercibidas. Evitar las huellas que dejaría su pasaje por mi ropa, y quedar indetectables para el ojo humano por siempre.


Y después de pensarlo un rato... cuán distinto es al fin y al cabo una gota de agua de una mente humana?





Me fui a la mierda, prometo no volver a hacer un update así.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

sos turbio

sabelo

Solfegieto dijo...

¿O sea que las mentes humanas no deben colisionar con "los cabezas"?


Hablando en serio, te fuiste al carajo.